Si ya leíste el artículo anterior sobre el Trastorno
por Déficit Atencional e Hiperactividad ya sabrás qué es, cómo puede llegar a afectar
a las personas que lo desarrollan y cuáles pueden ser sus causas para que esto suceda
y se potencie. Sin embargo, hay que precisar que aun cuando este trastorno
parezca perjudicar la atención, planificación y el procesamiento de información,
también puede conducir de tres modos algo distintos la conducta de una persona.
El Manual estadístico, DSM-V, hace referencia tres subtipos los cuales mencionaremos
un poco más adelante. Por ahora, es importante mencionar que en el examen
práctico, el diagnóstico del trastorno es fundamentalmente clínico y por
exclusión. Esto quiere decir que contamos con ciertas rigurosidades que se deben
considerar a la hora emitir un diagnóstico, como: un diagnóstico diferencial,
que permita garantizar que se está frente a un propio TDAH y no a otra
enfermedad que comparta una nosología o síntomas similares y una cuidadosa
anamnesis que entregue la información necesaria y completa, además de una
profesional observación del paciente.
Ahora bien, los síntomas centrales para el diagnóstico
son la desatención, la hiperactividad e impulsividad, los cuales necesariamente deben producir dificultades
significativas en el ámbito académico, laboral, social y familiar.
A grandes rasgos los síntomas mencionados anteriormente se pueden apreciar de la siguiente manera: |
- Desatención: dificultad para mantener su mente en
una sola cosa, de modo que los niños se aburren con una tarea en minutos, a
menos que la tarea sea muy motivante o les entretenga. Se les dificulta el
focalizar en forma deliberada y consiente su atención en una tarea o aprendizaje.
- Hiperactividad: parecen estar siempre en movimiento,
se paran de su asiento, mueven constantemente extremidades, corren o saltan
excesivamente, hablan en exceso, están siempre en “marcha”.
- Impulsividad: precipitan sus preguntas o respuestas,
les es difícil guardar turno, interrumpen o se inmiscuyen en las actividades de
otros.
Estos síntomas son apreciables en la conducta de un
menor de muchas formas. El DSM-V los clasifica en dos grupos (Inatención e Hiperactividad e impulsividad) y de ahí nacen tres subtipos:
Presentación combinada: Si se cumplen el Criterio de Inatención
y el Criterio de Hiperactividad-impulsividad durante los últimos 6 meses.
Presentación
predominante con falta de atención: Si se cumple el Criterio de Inatención, pero no se
cumple el Criterio Hiperactividad-impulsividad durante los últimos 6 meses.
Presentación
predominante hiperactiva/impulsiva: Si se cumple el Criterio Hiperactividad-impulsividad
y no se cumple el Criterio Inatención durante los últimos 6 meses.
Los dos grupos son mencionados a continuación:
1.
Inatención:
Seis (o más) de
los siguientes síntomas se han mantenido durante al menos 6 meses en un grado
que no concuerda con el nivel de desarrollo y que afecta directamente las
actividades sociales y académicas/laborales:
Nota:
Los síntomas no son sólo una manifestación
del comportamiento de oposición, desafío, hostilidad o fracaso en la comprensión
de tareas o instrucciones. Para adolescentes mayores y adultos (17 y más años
de edad), se requiere un mínimo de cinco síntomas.
a. Con frecuencia falla en prestar la debida atención a detalles o por descuido se cometen errores en las tareas escolares, en el trabajo o durante otras actividades.
b. Con frecuencia tiene dificultades para mantener la atención en tareas o actividades recreativas.
c. Con frecuencia parece no escuchar cuando se le habla directamente.
d. Con frecuencia no sigue las instrucciones y no termina las tareas escolares, los quehaceres o los deberes laborales.
e. Con frecuencia tiene dificultad para organizar tareas y actividades.
f. Con frecuencia evita, le disgusta o se muestra poco entusiasta en iniciar tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido.
g. Con frecuencia pierde cosas necesarias para tareas o actividades.
h. Con frecuencia se distrae con facilidad por estímulos externos.
i. Con frecuencia olvida las actividades cotidianas.
2.
Hiperactividad
e impulsividad: Seis
(o más) de los siguientes síntomas se han mantenido durante al menos 6 meses en
un grado que no concuerda con el nivel de desarrollo y que afecta directamente
a las actividades sociales y académicas/laborales:
Nota: Los síntomas no son sólo una manifestación del
comportamiento de oposición, desafío, hostilidad o fracaso para comprender
tareas o instrucciones. Para adolescentes mayores y adultos (a partir de 17
años de edad), se requiere un mínimo de cinco síntomas.
a. Con frecuencia juguetea con o golpea las manos o los pies o se retuerce en el asiento.
b. Con frecuencia se levanta en situaciones en que se espera que permanezca sentado.
c. Con frecuencia corretea o trepa en situaciones en las que no resulta apropiado. (Nota: En adolescentes o adultos, puede limitarse a estar inquieto.)
d. Con frecuencia es incapaz de jugar o de ocuparse tranquilamente en actividades recreativas.
e. Con frecuencia está “ocupado,” actuando como si “lo impulsara un motor”.
f. Con frecuencia habla excesivamente. g. Con frecuencia responde inesperadamente o antes de que se haya concluido una pregunta.
h. Con frecuencia le es difícil esperar su turno.
i. Con frecuencia interrumpe o se inmiscuye con otros.
Cabe señalar que los
tres síntomas cardinales pueden evolucionar a lo largo del desarrollo. En el
caso de los bebés se presentan llantos frecuentes, dificultades para
tranquilizarle, alteraciones del ciclo de sueño y dificultad para alimentarlo. Por
otro lado, en pre-escolares es necesario considerar que es un periodo de
maduración neuronal rápida y continua, incluyendo remodelación y construcción
sináptica. Por lo cual es probable que aunque muchos de estos síntomas
aparezcan en niños pequeños, finalmente vayan disminuyendo a lo largo de un par
de años… entre los 3 y 4 años de edad donde ocurre el peak del metabolismo cerebral.
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